DESDE LA MILITANCIA

para mis compas del batallón Chimborazo
I
Desde hace unos días, quería escribir unas notas sobre la experiencia militante. Llegó la hora de hacerlo sabiendo que todo lo que voy a decir es tan tentativo como provisional y está a medio camino entre la reflexión crítica y la confesión personal.
II
Se es militante de la Revolución Bolivariana primero que nada: ésta es una experiencia que precede a la militancia en una organización política. Muchos decidimos sumarnos a la construcción del PSUV y hemos permanecido dentro de él porque la batalla por el partido que queremos es a largo plazo y no admite capitulaciones. Pero, en mi caso, como el de tantos compañeros y compañeras,
III
El partido que queremos, recordemos siempre a Gramsci, es aquel donde se allane, cotidianamente, la distancia entre dirigentes y dirigidos. Todavía estamos lejos de este gran objetivo político pero hay que persistir y no desesperarse. No se olvide que venimos de una cultura de izquierda que es muy mala, por no decir deplorable, en materia de discusión, de debate, de lucha de corrientes: venimos de una cultura de izquierda sectaria, dogmática, experta en tacticismos y prácticamente nula a la hora de trazar estrategias políticas de largo alcance. Venimos de una cultura de izquierda a la que poco y nada le importaba el militante como sujeto crítico y transformador. Venimos de una cultura de izquierda para la que la militancia debía callar, obedecer, acatar. Venimos de una cultura de izquierda que fracasó en la construcción de una subjetividad revolucionaria, esto es, crítica.
IV
Militante y no militonto: hoy más que nunca la militancia tiene ser un hecho consciente que pasa, necesariamente, por el más amplio y profundo ejercicio de la crítica. Un militante acrítico es como un corredor sin pulmones.
V
El primer proceso de elección por la base de nuestros candidatos y candidatas a Gobernaciones y Alcaldías, fue una necesaria experiencia de aprendizaje para quienes creemos en la necesidad de candidaturas que salgan directamente desde las bases: para quienes creemos en la necesidad de caras nuevas. Ahora toca cumplir con nuestras tareas específicas en función de la victoria en las elecciones regionales del 23 de noviembre. Y hay que hacerle sentir a nuestros candidatos y candidatas, desde ya, que no puede haber la más mínima desviación en cuanto al más trascendente de los compromisos: mandar obedeciendo.

VI
En lo personal, lo digo con orgullo, hacer vida en el batallón Chimborazo de la Circunscripción 3 de La Candelaria ha sido y es una experiencia enriquecedora tanto en lo político como en lo humano. Mis compañeras y compañeros se han constituido, para mí, en un verdadero ejemplo de pasión revolucionaria y de sentido crítico. Entiendo, ahora, mucho más al Vallejo de España aparta de mí este cáliz: la Revolución se llama Pedro Rojas, Juana Vásquez, Ramón Collar, Ernesto Zuñiga; se llama Luis Ordóñez, Carmen Pérez, Wilson Barba, Vilma Garcés, Tamanaco Lara, y tantos nombres propios más.

VII
Debo decirlo a la luz de la experiencia de mi batallón y de otros batallones: la discusión en las bases del PSUV es mucho más interesante, amplia y profunda, que lo que una visión superficial del partido –esto es, una visión restringida a su dirección política- puede siquiera imaginar. Hace rato que lo que Gramsci definía como filosofía popular –un Pueblo que ejerce como crítico y se piensa a sí mismo, pensando su revolución- anda por las calles y los campos de Venezuela: en las bases del PSUV, se experimenta cotidianamente esta hermosa y viva dinámica de una filosofía popular inventándose y reinventándose cada día.
Gonzalo Ramírez Quintero